Si le preguntásemos a un friki de Star Wars cuál es el malo más insustancial de la saga, seguro que nos contestaría que los soldados imperiales. Esos bobos solemnes que caminan como patos, llevan cascos enormes y caen como moscas en cualquier refriega. ¡Pero es que alguien tiene que morir!, ¿no? Hay que llenar dos horas de película. ¡Y no nos vamos a cargar sin parar a los personajes principales! Pues eso, para eso están los blanquísimos soldados imperiales, para ser pasto de balas estelares.

Menudo destino: requetesecundarios, los últimos monos, puro atrezo. Se lo debemos. Pobres. ¡Tengamos un gesto con ellos! Quizá beban alcohol. ¿No creéis? ¡De alguna manera tendrán que relajarse los supervivientes no masacrados por los rebeldes! Y seguro que no les gusta beber solos. Venga, hombre, ¿no ves que necesitan ánimos? No irás a dejar que beban solos. ¿Darth Vader? No es buena compañía, hombre, digamos que no es la persona más sociable de la galaxia. Así que ya sabes lo que te toca. En efecto, tu deber, como fan de Star Wars, es alzar también tu copa y beber en compañía de estos sufridos guerreros. Sí, sí, son un poco tontos y van como corderos al matadero, ¡pero cubrios coño!, pero son un elemento esencial de la saga que veneras (mucho mejor que El señor de los anillos, ¡dónde va a parar!).

Nota: cuando llenes la licorera o el vaso, verás aparecer un casco de soldado imperial extraordinariamente parecido a su modelo real.